Todo lo que ciertos medios están contando estos días sobre la manipulación de la enseñanza en el modelo D me ha hecho revivir tiempos pasados.Yo también he sufrido presión ideológica en las aulas. Lo reconozco y lo confieso, aunque algunos no les guste oírlo.

Recuerdo ejemplos de adoctrinamiento sutil, como el que llevaba a cabo un profesor de Historia llamado Gonzalo que, entre chistes y risitas, nos dejaba bien claro quiénes eran los buenos y los malos en la sociedad. Y me acuerdo también del día en que unos compañeros se atrevieron a decirle a otro profesor que lo que estaba exponiendo era pura demagogia y partidismo, a lo que el joven docente respondió que ya sabíamos dónde estábamos, que el matricularnos allí había sido una decisión de nuestras familias y que no habíamos sido obligados por nadie, así que a callar. Momentos de tensión.

Y también de desconcierto cuando algunas de las que creías tus nuevas amigas te invitaban a ir por la tarde con ellas a estudiar o a merendar y después te enterabas de que en realidad no te estaban invitando a su casa sino que estaban siendo utilizadas por la organización para intentar captar nuevos miembros. Auténticos intentos de lavado de cerebro. Nunca he conocido a nadie tan entregado a una causa como aquellos profesores y profesoras. Recuerdo las imágenes aquí y allá de sus héroes y mártires, algunos con el cuerpo golpeado y ensangrentado, que habían luchado incluso hasta dar su propia vida.

Recuerdo sus símbolos puestos de manera ostensible por todas partes, su forma de hablar, de vestir, sus colgantes y sus insignias. Era como salir de la realidad y entrar en un mundo diferente, regido por sus propias normas. Y ese agobio constante de sentirte presionada para que tú también estés ahí, para que seas una más ¿Cómo? ¿Modelo D? ¿Ikastola? No, no. Si yo estudié en Colegio Nacional, concretamente en el José Vila, en castellano cervantino. Yo estaba de hablando de la universidad del Opus, en donde hice la carrera de Periodismo.