mari Domingi levanta pasiones. No precisamente por su sex-appeal, sino por aparecer últimamente como pareja de hecho, novia o amiga especial de Olentzero. Unos defienden su presencia y otros la critican diciendo que se trata de una nueva figura incorporada con calzador al imaginario popular y que además repite los patrones sexistas que siempre dejan a la mujer en segundo plano. Yo no entro ni salgo en el tema, pero sí creo que las tradiciones no son inamovibles. En Pamplona, por ejemplo, el desfile de Olentzero se copió de los de Lesaka no hace más de sesenta años. A su vez, el que en Lesaka se represente este personaje como un viejo carbonero, borrachín y torpón es algo a lo que se ha llegado con el tiempo. Una definición del personaje en la que parece que influyeron decisivamente los concursos que se organizaban en algunas localidades y en los que se pedía que se representase de la manera que hoy en día lo conocemos. Pero Olentzero ha sido muchas otras cosas antes que carbonero.
En este sentido es muy interesante el trabajo de investigación que viene realizando el grupo cultural Alke de Leitza durante estos últimos años. Allí le llaman Orantzaro y significa una época del año. Era un rito íntimamente ligado al solsticio de invierno. Parece que uno de los ritos del fuego, el del tronco de Navidad, xubilaro o suklaro, que se sigue manteniendo en algunos lugares del Pirineo navarro, es el origen de esta costumbre. Al tronco que se prendía el día 24 se le fueron dando rasgos antropomórficos hasta que pasó a ser un muñeco. Cada casa y caserío hacía el suyo propio y lo colocaba en el exterior de la vivienda: un cazador, un pescador, un dantzari, una señora o un indiano. Sin distinción de género. Por eso no necesita una Mari Domingi al lado. Han recuperado también una antigua y preciosa copla absolutamente pagana, en la que no hay ninguna referencia a elementos cristianos.
Realmente una tradición muy interesante y auténtica que afortunadamente ha llegado hasta nuestros días.