¿Qué haría usted si tuviera que enfrentarse a una tarea de cierta dificultad y urgencia y contara con los medios suficientes? ¿Eso es un problema?, me contestará. Puede llegar a serlo, le responderé, la realidad es pródiga en ejemplos. Y si no, mire usted.
El Departamento de Educación trabajó en un Plan para la educación en igualdad en prevención de la violencia de género. Lo presentó y en el trámite parlamentario se le descubrieron suficientes lagunas como para hacer aguas, contradicciones para reñir allá mismo e innecesarios periplos por diversos berenjenales y jardines. Así que estamos otra vez sin plan. Y yo le vuelvo a preguntar: ¿qué haría usted si tuviera que enfrentarse a una tarea de cierta dificultad y urgencia y contara con los medios suficientes?
Y usted, que ya me va pillando, espero, contesta: ponerme en contacto con cuantas personas conozcan la cuestión, en principio en mi comunidad, ellas me dirigirán a otras extracomunitarias si fuera preciso, estudiar otros planes que hayan sido bien considerados, contactar con profesoras y profesores, testar el modo de pensar y comportarse del alumnado, pasarme por los centros y echar un ojo, tanto a lo que llama la atención como a lo que no (aquí yo le pasaría una chuleta: fíjese en quién hace qué y con qué recursos y los recursos son el espacio, el tiempo, el dinero, la atención?). En fin, movimientos tendentes a elaborar un diagnóstico ajustado y un plan de acción. Como seguro que en algún momento alguien le hará esperar, llévese un libro de texto, ábralo al azar lea y luego pregúntese: ¿han sido necesarias las mujeres para llenar esta página? Repita la operación unas cuantas veces y luego conteste. ¿Qué le parece? ¿Necesitamos un plan?