Seguimos, por seguir, con el asunto de la libertad pero. Así. “Libertad pero”, que es un tipo de libertad cercenada y vergonzante, odio metido en el discurso público porque hay unos tipos que se han cargado a unos humoristas y todo eso... Alguien dijo que cuando una persona opina algo hay que olvidar todo lo que ha dicho antes del “pero” porque es simplemente a título de excusa. Así, atiendan a quienes han dicho que están a favor de la libertad de expresión a partir del momento en que decían “pero” y entonces demostraban que realmente estaban en contra de esa libertad de expresión. De la misma manera, cuando alguien emplea en su argumentación “yo soy ***” (y coloquen donde los asteriscos cualquier característica de las que esta sociedad encuentra valiosas, chachis y bienquedas), hay que levantar las orejas y estar atento a la frase que vendrá después, completamente adversativa y que convertirá esa descripción previa en una entelequia. “Yo soy escéptico aunque con la homeopatía me va fenomenal y también he visto extraterrestres que nos vigilan y...”. “A mí me parece estupendo que los homosexuales tengan los mismos derechos, aunque no forman familias completas como las de un hombre y una mujer sumisa”. Etcétera.
Como cuando los fundamentalistas cristianos querían oponerse al matrimonio homosexual diciendo que por qué no se llamaba matrimonio a la unión de dos hermanos, o de un tipo con su gallina, los que ahora no son Charlie, los de la libertad pero, nos han vuelto a recordar aquello de que no hay que confundir libertad con libertinaje. Y ya les vale. El derecho a reírse de seres imaginarios no debería estar controlado en el código penal, como pasa en España. La indignación es libre, soberana, y expresarse así no ha de tener limitaciones, ni peros. Incitar al odio y a la violencia, ay, esa es otra cosa.