Hay mucho que no sé
Más vale que la mitad de las veces no abro la boca, porque sería para meter la pata. La última no habría tenido demasiada importancia, pero sería una muesca más en la culata y casi no queda sitio. El caso es que me llega al guasap uno de esos chistes visuales. Vendo palo de selfie en varios colores, dice, y en la foto se ven dos recogedores, uno verde y otro negro, con sendos móviles en el hueco de las palas a la altura de los ojos. Me parece tan ocurrente y metafórico emparentar los selfies con la basura, tan crítico con lo chata que se nos está volviendo la egolatría y lo del palo es tan cañí, tan en la línea de otros inventos como la fregona, el chupa-chups o el futbolín, tan ponga un palo en su vida, que me troncho sola y lo reenvío y me digo que no es mal invento.
Luego miro el periódico y leo que los hombres que se hacen selfies son más propensos que los demás al narcisismo y a la psicopatía. Sigo leyendo y resulta que no es para tanto, que estaban dentro de los niveles normales. Pero me pica la curiosidad y llego a una página que relaciona altas producciones de autofotos con elevados niveles de privación sexual. Lo peor es que ya navego embalada y acabo descubriendo dos cosas, la primera, que el palo para selfies es un objeto real, que se vende y que lo ha petado estas navidades y la segunda, que el primero del que se tiene noticia, el protopalo, se empleó hace 90 años. Y yo tan contenta en mi minimundo, desconocedora de tantos adminículos y tan dada a las grandes interpretaciones. A veces es mejor no abrir la boca.