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Pamplona negra (II)

“Es que lo único que podemos inaugurar es el Reyno Arena”, volvió a quejarse el candidato. La todavía presidenta, sin contestarle, examinó detenidamente el trabajo de la esteticién búlgara en sus manos. Todo un acierto pasarse del really red al aruba blue. “Imagínate el descojono de la oposición y de ese puto periódico”. La mujer dedicó un desvaído asentimiento a su pupilo y apoyó sus pies descalzos sobre la mesa llena de dosieres sin leer. La eslava le arrancó un suspiro de placer al extender el esmalte azul por la uña de su dedo gordo. Sólo la presencia de su consejero le alejaba del estado de total plenitud. “Y no te digo nada cómo nos acaben jodiendo con lo de Volkswagen”. La mujer ronroneó sólo de pensar lo mucho que se la sudaba todo eso. “O cierren Noáin, con la privatización de Aena”. Cerró los ojos, para no sonreír. Después de mayo, no pensaba pisar ese aeropuerto ni para heredar. “Avisé de que si gobernaba Bildu pondría la ikurriña, y lo único que me hicieron fueron chistes”. La presidenta agradeció la entrada de su jefa de gabinete, quien le entregó un fajo de folletos. “No he metido -dijo- los de Viajes el Corte Inglés, que te los conoces todos”. Maldivas, Moorea, Guadalupe? destinos perfectos para la próxima Semana Blanca. “Y es que tampoco luce mucho poner recursos contra las ordenanzas de euskera de los pueblos, que es a lo único que se dedica mi departamento”. La presidenta empezaba ya hartarse de tanto lamento. Con una mirada, pidió ayuda a su subordinada, ya de retirada. Esta, con su habitual efectividad, encendió el iPad que tenía en su bolso y leyó: “La popularidad de Hollande sube 20 puntos tras los últimos atentados”. Un minuto después, el candidato abandonaba el despacho con un par de números de teléfono en el bolsillo. “Pero primero, habla con Mariano”, oyó antes de cerrar la puerta.