será que siempre estas cosas de las conspiraciones me parecieron incongruentes por despecho hacia la pobreza intelectual de las clases pudientes; es obvio que para que todo el entramado de La Conspiración funcione se requiere tal cantidad de dinero, energía y personas implicadas que, aplicando el criterio de Hume para detectar un milagro, lo milagroso es el montaje. Para colmo, todo lleno de filtraciones, y quienes viven de desvelarlas son gentes raras, casi más extrañas o sospechosas que los miembros iluminados de antiguas sectas o castas, los de cualquier club selecto o conspiración judeomasónica al uso. Por eso he sido siempre un descreído.
Pero en días de frío y ocio caigo en la celada de los conspiranoicos intentando contestar racionalmente a quien simplemente ha suspendido la razón por la paranoia. Verán: estaban el otro día acusando a la PAH de ser parte de una secta montada por un escritor mendocino llamado Mario Luis Rodríguez Cobos, alias Silo, de profesión sus mensajes de espiritualidad humanista al gusto de mucho blandito nuevaerense. Peligrosos como cualquier otro club de lectura única. Pero ¿qué tienen que ver la defensa de los derechos ciudadanos y ayudar a las víctimas de la especulación bancaria e inmobiliaria con una secta como esa? Ah, me pasaban unos enlaces que mostraban una oscura conspiración donde encadenaba sin solución de continuidad eso con los Rotschild y otros judíos ricos; el accidente del avión malayo de hace un año; los Bilderberg y sus manejos en Davos; hasta la desaparición y sustitución de Paul, el de los Beatles... No me rindo: denuncio aquí que todos esos payasos están más enfermos que los que dan la máxima audiencia a Gran Hermano Vip, pero tendré que demostrárselo la semana que viene, si es que no me secuestran para acallarme finalmente. Ellos, por supuesto.