no queda nada para que este sea un país menos libre. En unos días, en pocas horas, con la entrada en vigor de la reforma del Código Penal y la Ley Mordaza, veremos lo que ya estaba anunciado hace años, cuando los mismos que ahora se rasgan las vestiduras llamaban apocalípticos y tremendistas a quienes lo denunciaban y no precisamente en las palestras de las que ellos gozaban. De ese silencio se han aprovecho los políticos de maneras autoritarias y policiacas del Partido Popular. El sistema de abusos policiales consentidos por la magistratura y los medios de comunicación no podía dar en nada bueno. Nos consolamos diciendo que les quedan pocos meses de vida política, como si estuviera tan claro que podemos echarlos del gobierno y de seguido derogar todo el entramado legal armado en nuestro perjuicio. De no establecerse un frente de izquierdas, eso se ve complicado. No se trata de ocupar un espacio llamativo en la oposición, sino de echarlos del poder político y emprender un cambio radical y una reconstrucción política, económica y social, empezando por el modelo de Estado.

Leo que en Estados Unidos las tropas han recibido autorización para matar a los periodistas molestos, calificándolos de «beligerantes sin privilegios», algo tan ambiguo y arbitrario como el «terrorista» en la legislación española que se avecina. El de Couso no fue el primer caso ni será el último. Es cuestión de tiempo que, por el habitual contagio de modos, eso llegue a Europa, como están llegando e imponiéndose las prácticas legales de la tortura, con otros nombres claro, más técnicos, pero para referirse a lo mismo.

Lugar siniestro este mundo caballeros, titulaba el poeta Félix Grande hace mucho, hace tanto que lo hemos olvidado. Canciones y poemas de ese entonces para un presente sombrío al que vienen enfrentándose desde hace años jóvenes y menos jóvenes, en la calle, a pie de desahucio, padeciendo los atropellos y los abusos policiales, las consecuencias de unos ingresos de verdad precarios. Qué desafortunadas las palabras de Pablo Iglesias, por mucho que luego pidiera disculpas. Son de esas cosas que se piensan, pero no se dicen, no ya para que nadie te afee el pensarlas, sino para que no se aparte porque le das miedo. Poco generoso por su parte, en todo caso. Asombroso este país en el que todo el mundo anda empujando y pidiendo perdón, como en Francia por la calle... Qué curioso. Aunque hablando de desbocados, casi más lo fue Monedero con Uxue Barkos. De vergüenza ajena, pero mejor seguimos adelante en pos de un cambio que es cosa de todos y no les reprochamos que hayan ido cogiendo aires de «sandiosicos». Aquí no sobra nadie, todos hacemos falta, con o sin canciones de por medio, y desbocados incluso. El objetivo es otro y es para todos.

Nunca he creído mucho en las peticiones de perdón o excusa. Me parece que tienden a beneficiar a quien las manifiesta, de manera rutinaria, por haber «quedado mal», no por haber causado daño o herido a alguien. De «quedar» se trata, esto es de la puesta en escena, del espectáculo y de no perder el favor del público. La petición de perdón o excusas no creo que libere de nada, si es que hay algo que liberar, que no sé. No sé si es una añagaza de la peor especie o, como mucho, una convención social desgastada hasta la trama y al cabo un permiso para seguir empujando de manera impune. El abusado lo es doblemente desde que se le carga con la obligación moral, y social sobre todo, de aceptar unas excusas más atropelladas que otra cosa.

Sin embargo, no sé por qué me han parecido sinceras las disculpas ofrecidas por el concejal -tal vez porque su asunto es serio- a quien se le ha formado una borrasca mediática, legal y policial desproporcionada y canalla por parte de quienes tienen la patente de las dos medidas notorias: una para ellos y otra para sus adversarios o enemigos. Se cuentan por miles los tuits ofensivos, xenófobos, incitadores de la violencia que apuntan a uniformados o a gente de la extrema derecha, y que no tienen consecuencia penal alguna, ni dan lugar a disculpas ni provocan actuaciones policiales. Esos tuits, publicados hasta la saciedad a modo de denuncias, gozan por lo visto de cobertura policial y judicial, de modo que los insultos graves y las amenazas a Pilar Manjón no son perseguibles, y son en cambio una buena prueba de lo que digo. A esto se llama inseguridad jurídica y en la cuenta del Partido Popular hay que cargarla.