“Constitución o muerte ha de ser nuestra divisa y aquel que nos la pise la muerte recibiráaa!...» Eso al menos es lo que rezaba un primitivo y apócrifo (uno de tantos) Himno de Riego, el que murió en el cadalso, pero no como infame traidor, pues murió con la espada en la mano, defendiendo la Constitución...”. Otros tiempos, lejanos, mucho.

Rompió el diputado Sabino Cuadra unas hojas de un ejemplar de la Constitución como quien rompe la baraja y se armó la marimorena. Lo hizo desde la tribuna de oradores del Congreso y de inmediato salieron los tartufos a escena a rasgarse las vestiduras y a pedir el pellejo del diputado, su linchamiento, su castigo y escarmiento. Al acoso y derribo del diputado se han aplicado los mismos que han apoyado la más descarada venta de la soberanía nacional y un sistema de leyes represivas que han convertido la débil democracia española en una dictadura parlamentaria de nuevo cuño. ¡Sacrilegio! Cuadra tocó lo intocable, de manera brusca, sin modales... esas no son maneras. ¿Cuáles son las maneras? ¿Las multas arbitrarias, la indefensión jurídica de buena parte de la ciudadanía que no tiene asegurada la eficaz defensa de sus derechos? ¿El famoso diálogo del trágala perro permanente?

De qué Constitución nos hablan si lo hacen con la Ley Mordaza en la mano, al tiempo que apoyan los rescates bancarios fraudulentos en claro perjuicio de la ciudadanía, la corrupción hecha ley o emblema no ya de un partido, sino de una clase social, la falta de decoro institucional convertida en costumbre y las negociaciones secretas del TTIP o del TISA, tratados internacionales que ponen a las multinacionales por encima de las leyes y de la misma Constitución, y hacen de la Carta Magna (qué nombre tan pomposo) no una baraja rota, sino un matasuegras.

¿Qué Constitución? Una que en la práctica está defendida por un tribunal al servicio del Gobierno y así actúa, como ahora mismo en el caso de Cataluña. ¿Olvidamos acaso que es un clamor internacional la poca independencia de la magistratura española frente al Gobierno del Partido Popular?

Malos modos, dicen, los del diputado Cuadra. Ellos los tienen peores. Hace mucho que se acabó el minué versallesco. A mi modo de ver, Sabino Cuadra no hizo otra cosa que escenificar lo que en la calle se siente y se padece, una confrontación a la que se ha llegado después de mucho practicar los oídos sordos y el palo. Buena parte de la ciudadanía no cree en esa Constitución, aspira a modificarla, no por nada, sino porque sus gobernantes han hecho con ella lo que han querido y en su perjuicio. Las Constituciones no son inamovibles y no pueden ser un saco de humo hecho tótem sagrado de la tribu. La cerrazón gubernamental empuja a formas extremas de expresión, digamos de fina manera.

Los que se rasgan las vestiduras, repulsivos en sus vidas de precio y ventaja, podrían explicarnos en qué han parado derechos garantizados como el de vivienda o trabajo, y explicar de paso por qué y cómo estos se han convertido en humo.

¿Falta de respeto? ¿A quién, a qué? ¿A quien la ha modificado a su conveniencia y ha hecho de los más fundamental de su articulado confetis y serpentinas de una juerga sucia? ¿Ofensa para una clase política y social que ha hecho del tribunal Constitucional una recortada? No lo sé y me gustaría saberlo, me gustaría saber qué ley están pensando ahora en retorcer para vengarse de que alguien les haya dicho a la cara y de manera cruda que no cree en el sistema que dicen nos sostiene. La sota de oros de la arbitrariedad consentida ya ha salido a pasear. El toro de Tordesillas anda suelto por el hemiciclo. Lo alancearán los mismos patriotas que han aplaudido el recorte de libertades públicas y privadas, se duermen en sus sillones (cuando acuden), juegan a los muñequitos en aparatos que no han pagado de su bolsillo o se benefician de manera indecorosa de un cargo público mientras hay miles de conciudadanos que carecen de vivienda propia y de trabajo digno; asunto este que a la mayoría de sus señorías no les inquieta lo más mínimo, que se sepa.