con decir que quienes tienen sometido a este país no son gente de fiar, no se descubre nada nuevo. Es una rutina, siniestra, y una amenaza de futuro, si el resultado de las urnas no lo remedia. El ciudadano no puede creer en la palabra de sus gobernantes más que por desidia, por complicidad o por coacción. Algo se ha roto en ese elemental pacto y salvo la extrema sumisión no sé cuál puede ser su compostura.

Hace tres días, alardeando de eficacia, Defensa informaba que habían sido rescatados lo tres militares que habían caído al mar, provenientes de Camerún, donde ahora mismo no sé qué hacían, en el helicóptero en el que viajaban, que se vio le preocupaba tanto o más que las personas. Eficacia, todo bajo control. Ayer la noticia era que las familias de los interesados negaban tener información alguna de los suyos y Defensa se agarraba a que igual, a que tal vez, estaban en un barco de pesca sin radio. Todo para terminar con el ministro Morenés viéndose obligado a reconocer, con cara habitual de malas pulgas, que no tienen ni repajolera idea de dónde están los accidentados, si vivos o muertos. Una más. Si aparecen, me alegro, pero el descontrol es absoluto.

Una más, sin consecuencia alguna. Es la marca de la casa. Ya se trate de uno u otro ministerio, se advierte que la intención del Gobierno de la nación de informar a la ciudadanía con veracidad ha sido nula, y no solo por parte de los populares. No tienen que dar cuentas a nadie y lo llaman democracia. Está visto que aquí se trata de adoctrinar, de arengar y de tragar, sobre todo de tragar. No nos movemos con información segura ni mucho menos veras, sino con consignas. Algo tan viejo que habría que calificarlo de mal nacional y que recuerda, al igual que muchos otras mañas gubernamentales, a los tiempos de la dictadura. Somos objeto de una burla constante por parte de quienes, encima, nos exigen respeto y pergeñan FP de tauromaquia y amas de casas, mientras se destruye la investigación académica. ¿No damos para más?

Cuando hablan de que ha bajado el paro, ocultan que un número significativo de esa baja corresponde a personas que han abandonado definitivamente el mercado laboral, de la misma manera que ocultan la calidad de los contratos de trabajo que se perpetran, digo bien, perpetran: temporales, precarios, en condiciones demenciales, tanto que deberían figurar no en las páginas de economía, sino en las de sucesos... o estilo, eso a gustos.

Callan lo concerniente al muy elevado número de hogares en los que todos sus miembros están en paro; lo que sucede con los desahucios no parece importarles, como si no hubiera; enmascaran con donosuras la fuga masiva de jóvenes al extranjero en busca de un trabajo decente o un trabajo a secas; manipulan una asombrosa cifra de trabajadores por cuenta propia o autónomos, que venden como emprendedores de calidad, cuando lo que esas cifras ocultan es el abuso de que muchos de esos emprendedores son trabajadores por cuenta ajena camuflados, pero por lo legal, y a la baja; el desmantelamiento del sistema educativo es un logro y el sanitario lo mismo, un avance comercial. Eso es lo malo, que en este país los abusos son por lo legal.

Mienten aquí y lo hacen en las instituciones internacionales, en el Consejo de Seguridad de la ONU, en los foros europeos, con un aplomo que solo aplauden sus secuaces y cómplices en este desbarate nacional. Mintieron con el 11-M, lo hicieron con el accidente del Yak-42 nunca del todo aclarado y sin responsables declarados, aunque se premiara al ministro de Defensa, que para variar no asumió responsabilidad alguna, con la Embajada en Londres. Es inútil que los más prestigiosos medios de comunicación, tanto europeos como norteamericanos, hayan calificado de manera reiterada a Rajoy de mentiroso compulsivo y a su Gobierno de estar bajo la sospecha permanente del abuso. En balde. Está visto que la realidad que divulgan no se corresponde con la que los ciudadanos viven. Hablar de falta de respeto es poco.