La complejidad del resultado electoral va a poner a prueba la capacidad de gestión de los partidos políticos. En juego está la gobernabilidad de este reino de España en bancarrota económica y social. Ya lo decía ayer Javier Vizcaíno en su twiter. La gran derecha constitucionalista y unionista representada por PP y Ciudadanos no logrará gobernar. Ni siquiera con ayuda externa. Sin embargo las diferentes izquierdas, las más radicales y las socialdemócratas más amables, con los apoyos de los nacionalistas catalanes, podrían investir presidente al socialista Sánchez. Solo la suma de PSOE, Podemos, UP y el apoyo de los independentistas catalanes podría proclamar a Sánchez presidente. A ello podría unirse el PNV y Bildu. Pero el precio que los independentistas catalanes van a imponer será brutal: la exigencia del referéndum en Catalunya. Algo que Podemos ha prometido si tenía opciones de gobierno. Pero algo que se le atraganta al socialismo centrista.
No me gustaría estar en el pellejo de Pedro Sánchez. Porque el escenario es de alta tensión. La perspectiva de una presidencia envenenada. En estos instantes los barones socialistas más conservadores estarán ya redactando un plan de choque antirreferéndum en Cataluña. Porque esa es una de las líneas rojas socialistas. Pero no aceptar las pretensiones de los independentistas catalanes, sin cuyos votos Sánchez no alcanzaría el gobierno, generará un escenario de bloqueo político. España se vuelve ingobernable porque nadie tiene la confianza ni los votos suficientes para ser elegido presidente. Y ello solo nos llevaría a unas nuevas elecciones. Un escenario no deseado por nadie. Pero si así fuera, la polarización por la derecha y por la izquierda abriría una enorme brecha más difícil de gestionar. Se abre el telón de la política de altura. Dejen paso a la realidad.