Hoy se resuelve el misterio. Epifanía, mira por dónde, significa manifestación de algo, desvelamiento, desocultación. Si en algún momento alguien se preguntó qué hacían aquellos magos tan lejos de sus casas, hoy la pregunta es de qué color será el rey negro. Antes, el color del caballo blanco de Santiago estaba claro. Hoy, las cosas no son tan sencillas.

Uno de los rasgos de la postmodernidad o dónde estemos es que cada cual construye su identidad a la carta, eligiendo rasgos entre los dispuestos en una especie de buffet libre y esta construcción, que no tiene por qué ser permanente, es en principio, salvo disenso del resto del grupo, libre.

Y así, y es cierto y es bueno, hay pamplonesesypamplonesasvivasanfermín de pro cuyos apellidos nunca habían sonado por estas tierras hasta que llegaron hace pocos años y euskaldunes cuyos abuelos son de Jimena (Jaén) o de Viana de Duero (Soria). La variedad cultural y cromática que llena las aulas alienta por ahí y es estupendo que las criaturas elijan si ser vascas, navarras, del jardín español, del valle del Roncal, británicas perdidas, las cinco cosas a la vez, de dos en dos o sucesivamente, por citar una de las cuestiones identitarias presentes en nuestra convivencia.

Estos cambios, afectan al lenguaje, de forma que el verbo ser pierde sentido al perder intensidad, dado su carácter variable y electivo, las cualidades que atribuye al sujeto y así, frente al “Fulanito es catalán” parece más contemporáneo y ajustado decir “Fulanito está catalán”.

Esto de desvincular las adscripciones a los fríos datos del registro civil es un logro que aún no valoramos lo suficiente y por eso nos descoloca. ¿Será o estará negro Baltasar? ¿Vendrá Baltasara?