Representación
Yo aplaudo el gesto de Carolina Bescansa. Ha sido una representación, una puesta en escena, algo como un buen eslogan publicitario que incide de forma significativamente amplia y todo chichifú tiene algo que decir. Ha sido estupendo ver al personal rascarse con más o menos disimulo, continencia y gracia. Reunir a la vez las quejas de hombres y mujeres, izquierda y derecha no es un logro menor y el ramillete de calificativos recibidos revela la intensidad del prurito provocado. De lo puramente propagandístico a la utilización de la infancia. Manda pañales. Es como si Carolina en vez de llevar un niño en brazos llevara una vergüenza.
En lo sucesivo, sería bueno que fuera un padre quien llevara a su bebé al hemiciclo o foro de similar importancia, no olvidemos que no todos los vínculos significativos los establecen las mujeres ni se realizan a través de la lactancia. No estaría mal, tampoco, que alguna señoría apareciera con algún familiar dependiente a su cargo, alguien que necesitara ser asistido para realizar la mayoría de sus tareas, un familiar joven, maduro o anciano, que de todo habrá.
Porque a mí eso de que el parlamento representa el país real, pues mira, ni sí ni no, ya veremos, casi me parece más importante que sea capaz de avanzar un país medianamente habitable de aquí a un par de años. Por ahora, y como el parlamento anterior, transmite la idea de que los padres y madres de la patria son seres autónomos y/o familiarmente desconectados, producto de la generación espontánea y, en su mayoría, fines de raza sin descendencia o personas dependientes a su cargo. En ese sentido, no es una representación ni una puesta en escena aproximada del país de fuera y sus necesidades.