Cuando ya nada se espera personalmente exaltante? y tralará, tralará. Celaya, en estas circunstancias, afirmaba que se dicen las verdades. La verdad está sobrevalorada, me temo, tanto que no hay petarda ni petardo que no afirme poseer la suya como quien tiene y disfruta una huerta de ocio, un terreno particular, suburbano y perfectamente acotado donde caen, con inclinación variable y regular a lo largo del año, dos o tres rayos de sol. Quizá esta posesión explique la falta de himnos para ser cantados a coro como aquel, de canciones social y políticamente expresivas o programáticas. ¿No son tiempos de esperar algo públicamente exaltante o al menos estimulante?

Si los partidos se lo curraron en la campaña electoral, desde luego ahora acusan el cansancio y en un exceso de confianza con la ciudadanía ofrecen estos días, con gracejo y desahogo dignos de la fauna de Sálvame, un espectáculo bambalinero que no ayuda a levantar el mustio prestigio de la actividad política. Al mismo tiempo, el exagerado escándalo partidario que montan los medios pone a la espera banda sonora de turuta y contribuye a aumentar el nivel de tolerancia a los tóxicos. Hoy llamamos comunicación a cómo decirlo para que esto o aquello. ¿Qué más me vas a contar? ¿Tienes más porquería en la recámara? ¿Puedes retorcer un poco mejor? ¿Les disgusta este panorama? ¿Les da la sensación de que corren el riesgo de desinteresarse seriamente y no les parece bien, claro, pero de alguna manera tienen que cuidarse, que poner límites? ¿Les compensa embroncarse con el personal a cuenta de algo contado por alguien con algún interés desconocido?

Personalmente, espero y me exalta algo bastante menor, algo que tiene su puntillo de nostalgia, la nueva edición de Expediente X. Entonces la verdad estaba fuera.