El lunes pasado mil escolares estuvieron en la UPNA poniendo pegatinas para construir un fractal geométrico gigante llamado Alfombra de Sierpinski. Un fractal es un objeto cuya estructura se repite a diferentes escalas. Es decir, por mucho que nos acerquemos o alejemos del objeto, observaremos siempre la misma estructura. Muchas estructuras naturales, como las nubes, las líneas costeras, los copos de nieve o los helechos son fractales. Yo creo que los euskaldunes también somos, en cierta medida, fractales. Por lo menos los que defendemos la lengua de manera activa y consciente. A todos se nos presuponen, por ejemplo, unos determinados conocimientos sobre Filología e Historia como si los trajésemos de serie, en el ADN. ¿A quién no le han preguntado cien veces por el origen de no sé qué topónimo o hasta cuándo se habló el euskera en no sé dónde? Además el euskaldún debe estar informado y conocer la actualidad al dedillo para poder hacer frente a los ataques de los euskarafóbicos en cualquier momento. Muchas veces nos sentimos mal por no poder estar en más de dos actos culturales a la vez, o no tener mucho tiempo para poder leer porque todos los años se publican cientos de libros que sólo nosotros podemos leer. Gastamos un dineral en suscripciones a medios de comunicación, asociaciones culturales y todo tipo de crowdfundings. Tenemos que ser muy activos en todas las redes sociales porque el euskera no puede dejar pasar el vagón de las nuevas tecnologías. Y hay que hacer carreras universitarias y tesis y participar en todo tipo de actos populares. Y todo esto de manera fractal, esto es, desde la presidenta del Gobierno o el más eminente profesor de universitario, hasta el más humilde ciudadano.