Es Guillermo Nagore quien mejor lo ha expresado: “el acuerdo con Turquía viene a ser algo así como haber entregado millones de dólares, armas y whisky a Al Capone en el Chicago de los 20”. Los gobiernos europeos, el español entre ellos, han decidido contratar los servicios de un sicario de la peor especie para que les haga el trabajo sucio que no tienen las narices de hacer. La semana pasada vimos las imágenes de los guardacostas turcos emprendiéndola a golpes de remo con un barco lleno de refugiados. A saber lo que ocurrirá cuando las cámaras se alejen del Egeo. Con bastante menos dinero del que nuestros mandatarios han prometido a Erdogán, la UE podría haber buscado una solución que no nos hiciera enrojecer de vergüenza. Han preferido ciscarse en todo lo que la idea de Europa tenía de bueno y dar bula a un régimen que reprime a su oposición interna, ayuda al Estado Islámico y masacra a la minoría kurda. Pero para qué nos sorprendemos tanto. España lleva tiempo pagando al Marruecos autoritario, mafioso y ocupante ilegal del Sáhara a cambio de contener las pateras en el Estrecho. Para rato se iba a desmarcar Rajoy de sus colegas europeos, como le pidieron en el Congreso. Ahora pone cara compungida y nos dice que España hará un “esfuerzo” para acoger a ¡285 refugiados! Algunos creen que es estupidez lo que es simple bajeza moral. Alberto Garzón (IU) ha anunciado una querella judicial contra él por infringir el Código Penal y los convenios y tratados internacionales en este tema. Debería hacerla extensible a todo el resto de la cuadrilla. Esta Europa que durante la crisis ha demostrado su peor faz con muchos de sus propios ciudadanos se ha convertido en una hiena con aquellos que, desde fuera, creyeron sus mensajes de solidaridad y prosperidad compartida. Debería haber alguna forma de borrarse.
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