Ayer se cumplieron 20 años desde que nos quedamos con la boca abierta al ver cómo un grupo de solidarios cortaban con una rotaflex los cables de acero que transportaban el hormigón para la construcción de la presa de Itoiz. A las siete de la mañana ocho trabajadores de la empresa Deconstrucciones Itoiz subían a la pared del pantano y llevaban a cabo su misión. Increíble. Consiguieron que la obra estuviese paralizada durante nueve meses, pero no detenerla. En 2003 se destruyeron los siete pueblos que se tragarían las aguas y el 19 de enero de 2004 el Gobierno de UPN celebró por todo lo alto el comienzo del llenado del nuevo pantano. Sin duda fue la acción más llamativa y trascendente de los solidarios, tres de los cuales tuvieron que pagar con penas de cárcel (Iñaki Garcia Koch casi cuatro años, Ibai Ederra dos y medio, y medio año Julio Villanueva). A todos los participantes les castigaron con diez meses de prisión por la retención de un guardia de seguridad. Y la historia no ha terminado. Ahí están los temores por los deslizamientos de tierras, las impresionantes obras de la presa de cola y el dineral que nos está costando el pantano y el canal de Navarra. Joseba Asiron recordará muy bien todo esto, porque él también participó en la Coordinadora de Itoiz. Además se encargó, como especialista en Historia del Arte, de hacer un estudio del patrimonio que se iba a destrozar por orden gubernamental: tres iglesias románicas, tres góticas, tres palacios de cabo de armería, casas, ermitas y puentes medievales. Todo de gran valor según el Catálogo Monumental. Y decenas de familias que perdieron para siempre su casa y su pueblo. Hicieron el pantano, pero la memoria no la ahogarán.