¡Qué bien! Por fin ha refrescado, parece que vuelve la lluvia y se acerca el otoño.
Si ya has terminado de cuadrar los horarios, calendarios y agendas de todo eso que tú y los tuyos pretendéis hacer los próximos nueve meses, ahora te toca organizar los armarios para que cuando metas la mano lo primero que te aparezca no sea el pantalón corto y las chancletas.
Se trata de una labor ardua y aburrida, pero inevitable. Por ello es conveniente tener ciertas ideas claras. En primer lugar sé realista y ten en cuenta que lo que no te has puesto en dos años no te lo vas a poner ahora porque no cabes dentro, está pasado de moda o, simplemente, ya no te gusta. Aunque te duela, deséchalo como ha hecho Rajoy con Rita Barberá. Recupera sólo lo que realmente tengas ganas de ponerte mañana mismo, algo que te ilusione, que te haga sentirte bien, que muestre claramente a todo el mundo cómo eres, como ha hecho Esparza recuperando del baúl de los recuerdos los tuits irónicos de María Solana sobre el tartazo de Barcina, y por los que incluso ha llegado a pedir su dimisión aún sin estrenarse en su nuevo puesto. Parece que a algunos les ha gustado y flotan de placer como si hubieran destapado un Wikileaks foral o algo parecido, aunque más preocupante me parece, sinceramente, que otros anden sacando de los fondos más profundos de sus armarios los sprays rojigualdas y las laureadas franquistas.
Haz en tu casa las transformaciones que creas necesarias para hacer que todo funcione mejor y si se quejan, que se quejen, que todos los cambios no son crisis insalvables ni signos de debilidad. Todo cambia y evoluciona, si no, malo.