No parece que el metabolismo político de UPN esté sobrado de neuronas. Ahora este partido quiere declarar Pamplona ciudad libre de okupas. Como si de una peste o un verso satánico sin rima se tratase. Suena a propuesta infectada. A paja en el ojo ajeno. Vale que los okupas que UPN quiere criminalizar no hayan andado finos en la gestión okupacional. Vale que la okupación ya no es lo que era. Pensemos incluso, que el propio Ayuntamiento no ha conjugado bien norma e ideología. Vale. Pero declarar Pamplokupa zona liberada de radicales, suena a risa floja. A memoria selectiva. Y es que a Pamplona y a Navarra le sobran okupas. Pero de los otros, de los que no llevan rastas. Gente fina que ha okupado a sus anchas.

Les cuento. Aunque a algunos les suene a nostalgias de un régimen bubónico. En 1973, Carrero Blanco, presidente del Gobierno, y Julio Rodríguez, exprofesor de la Universidad, miembro del Opus Dei y en aquel entonces Ministro de Educación, aprobaron la expropiación forzosa de los terrenos a favor del Opus Dei. UPN todavía no ha abierto la boca. En 2003 el alcalde de Egüés, Ignacio Galipienzo, de UPN, dimitió por el escándalo de un cobro de comisiones por vender a Construcciones Flores una parcela en Gorraiz que era de uso escolar y en la que la constructora quería construir un hotel.

En 2013 el Ayuntamiento de Fitero, regentado por UPN cedió gratuitamente al Ministerio del Interior una parcela de uso dotacional para construir el nuevo cuartel de la Guardia Civil. Los otros okupas llegaron en 2015. Hasta hoy.

Si yo fuera de UPN me preocuparía. Porque toda oposición política debe contener dos premisas: ser técnicamente coherente y políticamente rentable. Dudo que cumpla ninguna de las dos. Alguien dijo que un día de silencio fortalece el valor de la palabras. Pues eso.