congozante. Ya sólo con decir la palabra se te llena la boca. Y la verdad es que parece que aquí ha habido unos cuantos que han gozado lo suyo mientras que el resto se han llevado la peor parte del acuerdo entre la Junta de las Bardenas y el Ministerio de Defensa.

El otro día Anika Lujan comentaba en una columna en Euskalerria Irratia que desde su aula de la Ikastola Argia de Fontellas veían la Bardena, un paisaje casi siempre hermoso y relajante excepto cuando empiezan los bombardeos. Las bombas son reales y el miedo y la sensación de inseguridad que producen en los vecinos también. A cambio de ello cada uno de los 22 miembros de la Junta recibe 200.000 euros al año. En el caso de Cabanillas son 136 euros por habitante. En el de Tudela, 5,56.

Eso es el 60% del dinero que reciben del Ejército. El otro 40%, como estamos sabiendo estos días, ha tenido otro tipo de destinos más selectivos: pagos por asistencia a comisiones (pagaban 150 euros, 60 más de lo que se paga por las del Parlamento), por asistir a charlas, dietas, kilometraje y viajes a parques naturales cuanto más lejanos y exóticos mejor, para concluir en los informes que en el parque de Senegal había jirafas. Una manera como otra cualquiera de contentar a una junta copada por UPN y PSN. Otro chiringuito más.

Y todo esto a cambio de ceder un trozo de nuestra Navarra para hacer prácticas de guerra, para mejorar la técnica de matar a seres humanos, ni más ni menos.

En 2018 se revisan las condiciones del contrato y, aunque según lo pactado tengan previsto pagar más hasta su vencimiento en 2028 (10 millones al año frente a los 7 actuales), será un buen momento para replantearse el tema en serio.