Parece que han pasado años pero fue el pasado noviembre cuando falleció Rita Barberá, la antaño todopoderosa alcaldesa de Valencia. Pesaban sobre ella indicios más que presumibles de corrupción continuada durante sus más de 24 años al frente del Ayuntamiento de la ciudad del Turia. Recordarán los reproches de sus antiguos compañeros de partido y prensa afín a los medios de comunicación y los adversarios políticos por el “acoso” al que habían sometido a la política fallecida. El frágil y sensible corazón de Rita no había podido aguantar “la cacería” a la que había sido sometida, responsable última de su muerte solitaria en un hotel madrileño. Acompañaban a las recriminaciones los panegíricos de rigor, mientras se obviaba la trayectoria corrupta de la senadora. Buena parte de los que en vida la habían criticado entraron en el juego. No está bien visto hablar mal de los difuntos, aquí mismo hemos tenido ejemplos recientes. El sumun del lavado post mortem la puso el propio Rajoy: “El homenaje que hoy rendimos a Rita Barberá es también para todos los concejales y para tantos a los que el terrorismo arrebató la vida” dijo textualmente el pasado 30 de enero. Con un par, a ver si cuela. Cinco días después sabíamos por la prensa que no era el injusto hostigamiento de sus enemigos el que había acabado con la senadora, y mucho menos un atentado terrorista, algo que casi se pudiera deducir de la frase de Rajoy, sino una vulgar y pedestre cirrosis. Las revelaciones sobre las implicaciones de Barberá en distintas tramas siguen sucediéndose desde entonces. Ahora, va Ana Beltrán y se rasga las vestidura porque Koldo Martínez (Geroa Bai) diga una obviedad como que “a veces da la sensación” de que el PP estaba más cómodo con ETA que sin ETA. Koldo, te sobra el “a veces”. Ana, no cuela.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
