La violencia machista nos ocupa. Tanto en estos últimos tiempos que parece que algo puede cambiar. Afortunadamente, empieza a calar el mensaje de que su base, su explicación, es la desigualdad estructural y sistémica que se expresa en cada agresión por encima de su atribución a sujetos individuales caracterizados como monstruos o animales pero excepcionales en cualquier caso. Queda pendiente identificar todo el repertorio de agresiones, sobre todo en su versión micro. Las de los hombres normales. Y también, el repertorio de las desigualdades. Las consentidas y replicadas. Saco del buzón un catálogo de juguetes. En las páginas dedicadas al segmento 0-3 años, los productos son multicolores, priman el rojo, el verde y el amarillo, a partir de esa edad, los juguetes se sexualizan, tanto en colores, azul y rosa, como en contenidos: acción, movimiento, construcción, armas y coches para niños y estética, cocina, cuidados, muñecas, para niñas. Hay algún leve deseo de corrección en algunas presentaciones. Es enternecedor comprobarlo, pero resulta insuficiente. En la página de las cocinitas, bajo un texto que invita a participar como papá y mamá (sic), un duende muestra a una duenda los planos de una cocina, como si a eso se redujera utilizarla. A partir de los 9-12 vuelve la presentación multicolor. Pero los estereotipos se fijan entre los 5 y los 7 años, así que no sé yo? En fin, ¿qué vamos a regalar este año? Y ya navideña, hay otra cosa que me chirría. Cada Nochevieja, mientras los encargados de dar la bienvenida al año nuevo se enfrentan a ello como corresponde, bien abrigados, las encargadas se arriesgan a criogenizarse. Esto sería fácil de cambiar, ¿no? Bastarían una chaqueta y un abrigo, al menos en las cadenas públicas, esas que se financian con los mismos fondos que las campañas contra la violencia machista.
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