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Balance

Pocas veces una columna tan chiquita como esta tiene el honor de sobrevivir dos años seguidos entre sus lectores, puesto que a ojos de quienes la miren tendrá la misma -o ninguna- validez el último 31 de 2017 que el primer día de 2018. Tanta responsabilidad abruma y sin embargo no se me ocurre de qué escribir. De miseria, corrupción, violencia, enfermedad, injusticia? No, no y no.

Me decanto por el autobombo porque repasando viejos textos veo que algunas de mis reclamaciones o loas han tenido una respuesta y, además, positiva. Por ejemplo, las Escuelas de San Francisco en el Casco Viejo pamplonés, el único centro público de primaria de la ciudad que no disfruta de patio cubierto, podrá disponer de una zona techada para que sus 410 alumnos no se achicharren o empapen, según la estación, gracias a que el Parlamento foral se ha acordado de incluir una partida para hacerlo posible.

También aquí les hable de Petra Irigoien, que a sus 106 años visitó el Ayuntamiento con la ilusión de ver al alcalde. Quien fuera la querida pescadera de mi familia acaba de recibir un merecido reconocimiento del Gobierno de Navarra por ser una de las mujeres de la red de solidaridad con los presos políticos del Fuerte de San Cristóbal en la Guerra Civil. Me alegro, no todo iba a ser malo en 2017.