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Perdón

Imagino el mal rato que tuvo que pasar el guarda forestal que el pasado día de Reyes se topó con un hombre cazando en Bertiz, parque natural donde dicha actividad está prohibida, motivo por el que le dio el alto. En ese momento, el cazador, escopeta en mano, se giró hacia él, le amenazó con pegarle un tiro si no se apartaba y emprendió la huida en compañía de un hijo menor de edad. El forestal les persiguió y volvió a recibir amenazas hasta que, finalmente, les perdió de vista. Tiempo después, pudo localizar al infractor y a su arma en el interior de un coche.

En el reciente juicio, el acusado llegó a la conformidad con la Fiscalía y la representación del Gobierno de Navarra para ser condenado sólo a dos años de cárcel por un delito de atentado (no ingresará en prisión al carecer de antecedentes), a la vista del reconocimiento de los hechos y del arrepentimiento que mostró. Historias similares se repiten en los tribunales, pero en ésta destaca el hecho de que el guarda forestal aceptara la petición de perdón que el imputado le ofreció y que cerraran el acuerdo con un apretón de manos. En lógica, un arreglo semejante no es posible, ni deseable, en todos los pleitos, pero estaría bien no olvidar el gesto de generosidad de este protector de la naturaleza.