El morado, color de la Cuaresma. El partido morado va y nos lleva camino del Calvario. Inoportuno meneo de la cuerda floja del cuatripartito del cambio. Ni el sector oficial ni el sector crítico se atreverán a abortarlo. Sería letal para las opciones de futuro de la marca. De la original y de posibles sucedáneos. Pero están y se están haciendo un grave daño. A punto de crucificar la ilusión social por la que fuera estimulante alternativa generada desde movimientos ciudadanos de base. Contribución cualificada no nacionalista a la neutralización de una supremacía de décadas por parte de UPN, partido con un concepto patrimonial y sectario del autogobierno. Largo periodo de hegemonía de los regionalistas, con el PSN como cooperador activo y complacido y un CDN transmutado de escisión a apoyo determinante. Como depredador de ilusión colectiva, Podemos Navarra puede entrar en modo PSN, un especialista en la frustración de expectativas de cambio. El morado cuaresmal es signo de humildad y penitencia. Humildad falta a los directivos del partido y a los disidentes parlamentarios. La penitencia tendrá efecto expansivo a la credibilidad del proyecto, a la complejidad en el cumplimiento del acuerdo programático, a la dinámica del Parlamento, a la estabilidad del Gobierno y -lo más social y lamentable- a la moral de miles de votantes impulsores reales del cambio. Podemos/Ahal Dugu enarbola la disciplina dictada por los órganos de dirección. La parlamentaria expulsada -la derrota interna le sentó fatal- y sus colegas afines se atrincheran en la apropiación de actas. Listas cerradas, actas personales. Pura incongruencia. El elector vota siglas. Aparato y desobediencia, modos de la “casta” política que tanto denostaron en el postureo fundacional. Los cuatro de Laura disponen de armas estratégicas de destrucción institucional y financiera que contienen las ganas punitivas de la jerarquía podemita. Ni conciliación, ni estética. Ni ética.