Una frase y unos versos
Escuché la frase cuando era una mocosa de labios de otra mocosa y no se me olvidará mientras la química cerebral aguante y conforme pasa el tiempo más esclarecedora resulta: Los pobres tienen peor gusto. La verdad es que los pobres lo tienen peor todo. Por eso reconocer una pobreza, una falta, una necesidad no resuelta o una discriminación del tipo que sea incomoda.
La frase funciona como un velcro. Se pegó hace años, durante el mandato de Bush, a unas declaraciones de Condoleezza Rice. Decía la secretaria de Estado que nunca se había sentido discriminada por ser negra. Hay que reconocer que Condoleezza tenía puestazo, influencia, dinero y una presencia profesional y depurada, lo cual le rebajaba el color de la piel varios tonos. ¿Las poderosas son menos negras?
Se vuelve a pegar la frase al manifiesto No nacemos víctimas, publicado la semana pasada por un grupo de mujeres contrarias a la movilización del 8-M. El lenguaje es como la plastilina, se puede hacer de todo con él, y en pequeñas dosis, en eslóganes, es difícilmente discutible. Nadie quiere ser víctima, obvio, y el victimismo no es una estrategia saludable. Hasta ahí, de acuerdo. Una no nace víctima, pero lo hace en el seno de un grupo. De un sexo, de una clase, de una cultura, de un marco económico y político. Y ese entorno condiciona en gran medida que una trabaje de kelly o no trabaje o firme manifiestos sacudiéndose la estructura social del hombro como un pelo fuera de sitio.
Hay unos versos de Adrienne Rich: En aquellos años, dirán las gentes, perdimos el rastro/ Del significado de nosotros, de ustedes/ hasta encontrarnos/reducidos a yo/ y todo ese asunto se tornó/ estúpido, irónico, terrible. Tienen casi veinte años. Igual ya es otro tiempo.