Imagino que casi todos los alumnos de los colegios navarros reciben clases de Religión, a razón de dos horas semanales, y sé que en las escuelas e institutos públicos, el número de estudiantes que optan por la materia es muy inferior. Por mi experiencia, ésta se imparte a quienes así lo han decidido, pero con que sólo un chaval se inscriba, el resto permanece en la clase haciendo lo que sea, cualquier cosa menos avanzar en el temario.
Ahora, varios grupos parlamentarios han presentado o apoyado una proposición de ley para pedir que se reduzcan al mínimo legal las horas de Religión (una por semana) a partir del próximo curso. Las formaciones que se oponen o dudan de esta idea no han tardado en hablar de atentado a la libertad de elección y sectarismo, riesgo de enfrentarse a una contestación social y a un recurso del Estado, como ya ha ocurrido en otras comunidades, y temor por las posibles afecciones al profesorado que enseña la materia.
Se trata de razones que muchos entienden o comparten, pero respecto al posible impacto en los docentes, sólo quiero recordar ahora que más dramática ha sido la reducción de jornadas sufrida en los últimos años por las disciplinas de Plástica, Música, Lenguas Clásicas, etc y aquí nadie se ha rasgado las vestiduras.