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Vamos a pensar

En el aperitivo del domingo, hablando de cómo el neoliberalismo consigue retorcer y pervertir (casi) cualquier iniciativa de economía colaborativa, alguien contó que ya hay gente que organiza viajes a Madrid a través de Blablacar sin otro propósito que el de llenar el coche y ganar dinero a la ida y a la vuelta. Si de verdad es rentable, pronto habrá empresas que se dediquen masivamente a ello. Como ocurrió con las plataformas Uber y Cabify en lo referente al transporte particular en las grandes ciudades. O como está empezando a pasar con el fenómeno del alquiler de pisos turísticos en los centros de las ciudades. El fenómeno Airbnb se ha monstruorizado. Me acabo de inventar la palabra. Monstruorizar: convertir una buena idea en un monstruo destructivo inyectándole codicia por un tubo. Algunas ciudades españolas, como Palma, Valencia, Barcelona y Madrid han iniciado o anunciado que van a iniciar medidas para limitar los alquileres turísticos y tratar de paliar un poco sus espantosos efectos. ¿Lo conseguirán? No lo sé. ¿Cuánto durarán esos equipos municipales? Me temo que estamos asistiendo al triunfo del mercado totalitario. Todo va a ser mercado. La influencia de los lobbies del sector del alquiler de pisos a turistas en toda Europa es enorme. Hace poco se supo que siendo alcaldesa de Madrid Ana Botella, se vendieron a bajo precio más de 1.500 pisos de protección oficial a los fondos buitre. Si alguna vez te preguntaste qué hacía Ana Botella de alcaldesa, ya tienes la respuesta. Y ojo a los fondos buitre: son los putos amos del sector: desembarcaron en plena crisis, se han hecho con el mercado inmobiliario y no van a parar: siguen comprando a los bancos paquetes gigantescos de pisos y expulsando a sus inquilinos. ¿Todo para el turista? Vamos a pensar.