Por fin ha conseguido meter cabeza en Madrid: Ana Beltrán, presidenta del comité Autonómico del nuevo Comité Ejecutivo Nacional del Partido Popular. Nupcias políticas con Casado, tras cortejarlo junto a la casa-cuartel de la Guardia Civil en Alsasua y a las puertas de la Casa Consistorial de Pamplona en plenos Sanfermines. Los Pablo se le dan bien. Tuvo paciencia de meritoria hasta que Zalba dejó vacante (marzo 2017) la presidencia del partido en Navarra. Como líder de candidatura parlamentaria (2015), demostró que un partido autonómico se puede llevar a la insignificancia representativa. En el PP, un mérito para el ascenso. Si en las próximas forales vienen mal dadas, tiene asegurado el refugio madrileño. Ana Beltrán siente empatía por los políticos con máster de obtención sospechosa. Con imputación o en riesgo de ella. Aplaudió a Cifuentes en la Convención Nacional de Sevilla y acogió encantada a Casado en Navarra. Será por simbiosis: Beltrán tiene máster imaginario en Hacienda. El grupo vinícola familiar del que fuera directora general durante casi un cuarto de siglo, figura en la lista de “grandes deudores” de la Hacienda Tributaria de Navarra. Deuda creciente. Bodegas de Camilo Castilla, de Corella (1856), exhibe en su fachada el escudo de Navarra con Laureada. Los Beltrán incumplen con los tributos y con la regulación de los símbolos. Esa rebeldía tan pepera. Según sus cuentas temporales, Beltrán dejó de tener responsabilidades administrativas y de gestión en la empresa (Empresaria del Año en 2008) cuando accedió al Parlamento de Navarra en 2011. Previsora. Como vicesecretario de comunicación, Casado negó que el PP percibiera el mantra recurrente de Beltrán: “amenaza por parte de los anexionistas en Navarra”. Una modificación constitucional para su demandada supresión de la Transitoria Cuarta “podría tener más problemas que beneficios” (septiembre 2017). Encontronazo. Ahora, al forzar su cuello a la derecha, encuentro.