Da valor. La sinceridad da valor añadido a la trayectoria del político. Reconocer un error, explicar su proceso y sincerarse en los razonamientos documentados que lo provocaron humaniza al gestor público. Esa sinceridad, exhibida de modo temprano y abierto, debilita la carga crítica de la oposición. Adelantarse sin ir a remolque de los depredadores. La obstinación cronifica el error. El vicepresidente de Desarrollo Económico del Gobierno de Navarra, el donostiarra Manu Ayerdi Olaizola, tiene reconocido que la decisión de pedir un préstamo de Sodena a Davalor Salud fue “personal, pero no caprichosa”, en un procedimiento “excepcional, pero legal”. Empeño impropio de un licenciado en Ciencias Empresariales y experto en Gestión Financiera de Pymes. Tozudez de un políglota -con nivel medio bajo de chino mandarín- que ha puesto una incómoda china en su zapato de consejero. La empresa Davalor -en concurso de acreedores tras varios ejercicios de pérdidas anuales- creó un aparato de exploración, diagnóstico y terapia de la vista. Accesible en las ópticas, rápido en el examen y barato en el precio del servicio. Datos de la prueba validados de forma remota, firmados por un técnico optometrista y con informe final comunicado al usuario a través de un portal de Internet. Un proyecto “altamente innovador”, explicaba Ayerdi. La innovación a veces vende humo. En el sector estratégico de la salud, con frecuencia. Del empecinamiento de Ayerdi se han derivado peticiones de dimisión y una comisión parlamentaria de investigación. Ruido en la recién iniciada campaña electoral. Y no será porque la presidenta Barkos lo asuma en los “debes” de su balance. Sodena es el instrumento financiero del Gobierno para el desarrollo del tejido empresarial de la Comunidad Foral, a través del capital riesgo. Davalor no es la primera decisión equivocada y económicamente gravosa. Hilar fino con ese tejido para minimizar el riesgo. Sensatez ante el deslumbramiento.
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