Un cumpleaños familiar y los sucesos de esta semana en Cáseda me han hecho pensar en esa etapa tan difusa que va de los 16 a los 18 años (margen de edad que compartían uno de los muertos y uno de los detenidos) y me asombran las prohibiciones y nuevos permisos que se solapan de forma confusa en este tramo de la vida.

Son muchos los ejemplos. Se exige 18 años para tener plena responsabilidad penal -sin embargo, con dos años menos caben las peticiones de pena y medidas como el internamiento-, para ser titular de un negocio y para abrir una cuenta bancaria, aunque a partir de los 16 está permitido trabajar.

Hasta la teórica mayoría de edad no se puede conducir turismos ni ejercer el derecho a voto. Eso sí, cumplidos los 16 uno está facultado para casarse con permiso de un tutor y para dar su consentimiento sexual. Por otro lado, un chaval de 14 años dispone de la posibilidad de usar una escopeta de caza, con supervisión adulta; mientras que hasta que cumpla 18 tendrá prohibido beber alcohol y comprar este tipo de bebidas y tabaco.

Todo es muy raro, aunque no tanto como la idea lanzada hace unos meses por la compañía de WhatsApp de modificar la edad mínima para poder utilizar su servicio, cuyo umbral quiere fijar en los 16 años. Hasta ella ha de saber que nadie respetará esa norma.