Sunday. Es lo que puede resultar la concentración de elecciones en el último domingo de mayo de 2019. Un domingo negro por exceso de urnas. El famoso Black Friday (Viernes Negro) se celebra en EEUU el día siguiente de Acción de Gracias (cuarto jueves de noviembre), una tradición estadounidense que provoca el mayor número de desplazamientos del año para reunirse en familia y compartir el pavo relleno. El Black Friday inaugura la temporada de compras navideñas. El señuelo esencial consiste en seductoras ofertas específicas para ese día, tanto en el comercio minorista como en grandes superficies. El lunes siguiente es el Cyber Monday, dedicado a las compras por internet. Tentaciones agudas concentradas en horas. Apremiante. Excitante. O ahora o nunca. Urgencia consumista. Difícilmente resistible. La copia foral hace del día semana. O más. El presidente Sánchez no descarta la concentración en un único domingo de elecciones europeas, autonómicas y municipales, que tocan, y de generales, anticipadas porque no tocan. Mera conjetura por si no puede agotar su campaña propagandística desde la Moncloa. Cómodo para la práctica del voto. Sin salpicar de citas la agenda dominical de los ciudadanos. Inadecuado para la idiosincrasia de cada convocatoria. Demasiada tarea para una decisión que se pretenda más razonada que visceral. Las europeas ganarían sin duda en participación: ya que estamos, votamos. Se celebran cada cinco años en circunscripción única. En 2014, la participación media en Europa fue del 42,6% (46,4 en Navarra; 45,84 en España). Por comparación, en 2015, en Navarra, las generales atrajeron al 74,28% del electorado (70,58 en 2016) y las forales y municipales, al 68,26%. Sería la primera vez que se solaparan estas últimas y unas generales. Han coincidido en años (1979, 2011 y 2015), pero en meses diferentes. Ese proyecto de agrupamiento electoral tiene dos rasgos nocivos para lo más cercano: injerencia e influencia. A evitar.