“Les voy a explicar en qué consiste el experimento” anunció con voz firme el científico de bata blanca a los visitantes que se agolpaban a la entrada del laboratorio. “Ahí tienen a nuestra paciente. Tiene un casco especial dotado de unos electrodos que nos permitirán crear y dirigir sus sueños como queramos. Lo conecto”. En ese momento la mujer dormida de la camilla empezó a moverse inquieta, cada vez más agitada, y comenzó a balbucear: “No, no, no quiero ser la esposa que él siempre soñó, no quiero retocar mi maquillaje para estar mona, ni tenerle la cena preparada, ni quitarle los zapatos cuando llegue a casa del trabajo. ¡Aaaah! ¡Déjame en paz! ¿Quién te crees que eres? ¿El Don Pelayo de la Reconquista? ¿Quieres echar a 52.000 infieles de Andalucía? No, no una ley para apoyar la tauromaquia, ¡noooo! Déjame? No me toques, ¡no me toques los fueros y no me pongas esa bandera española encima!”.
El doctor dejó en ese momento de pulsar el botón. La mujer se relajó y comenzó a despertarse. El hombre se acercó a ella y le preguntó: “¿Qué tal estás?”. “Fatal”, respondió ella. Y continuó el de la bata blanca: “Si yo te pregunto ahora qué piensas de Pablo Casado, de Albert Ribera o de Javier Esparza, ¿qué me dirías? ¿Te caen mejor que hace una par de horas?”. “¡Ni dudarlo!”, contestó ella. El doctor sonrió y concluyó: “Y hasta aquí el experimento, ¿alguna pregunta?”. En ese momento una joven tomó la palabra: “Entonces, ¿lo que han inventado en este laboratorio es un casco para los sueños?”. “No, señorita”, respondió el doctor. “En este laboratorio lo que hemos creado es un engendro llamado Vox que convierte en buenos a los demás partidos de derechas.”