Te pegas cuatro años moviendo papeles, con 15 parlamentarios ahí en el Parlamento, trabajando y cobrando un sueldo muy por encima de la media, un sueldo que paga la capacidad necesaria para hacer de esta una comunidad mejor vía leyes, decretos, ideas, proyectos, controlando por supuesto también al Gobierno, te tiras todo ese tiempo ahí, negando a la par la realidad de los marcadores económicos y sociales o, ante la imposibilidad de negar lo obvio, criticando que no han mejorado lo suficiente, para acabar, finalmente, asiendo como lema esto que dijo Esparza: el único muro contra el desarrollo de Navarra es el nacionalismo vasco y el populismo. 4 años y una ingente cantidad de dinero público y privado gastados y de tiempo y de esfuerzo para que acabes enarbolando como máxima principal y única lo mismo que decías hace 4 años y hace 8 y que dirás siempre: un mensaje que aparte de mentira es reduccionista, infantil e irreal. Las comunidades, las sociedades, los grupos humanos en todos sus ámbitos se desarrollan o se estancan por multitud de factores, algunos de los cuales están en manos de los políticos, qué duda cabe, pero no todos, ni mucho menos. En todo este tiempo que ha pasado desde 2015, lo que sí ha quedado claro es que UPN y el statu quo instalado en la elite foral desde hace muchos años no han soportado que fuesen otros quienes guiasen las políticas económicas, sociales, fiscales, culturales y de todo tipo, que en nada se han visto interferidas por asuntos relacionados con nacionalismos y mucho menos populismos, aunque sí y por supuesto con el respeto y fomento de la diversidad cultural, emocional e idiomática de esta tierra. Si eso es nacionalismo, viva el nacionalismo. Y con el mayor apoyo a las personas más desfavorecidas. Si eso es populismo, viva el populismo. Toda la vida construyendo el muro, separando a buenos y malos navarros. Supremacistas puros.