El dedo del aparato del partido le puso a ella en puesto de salida en lista cerrada para un cargo de representación. El dedo de la libre designación le puso a él en puesto de asesor. Resultado: un matrimonio bien avenido con el dinero público. Ambos circulan además dentro de la rotonda política con salidas a la nómina de partido y a la nómina institucional. Puerta giratoria doméstica. Ninguna formación política modificará esta situación de arbitrariedad legalizada. Todas se aprovechan de ella. La ética y la estética se las pasan por el forro de la conveniencia. Los gabinetes de las estructuras de poder -municipal, parlamentario, gubernamental- y la cadena de jefaturas administrativas están pobladas de las llamadas personas de confianza. Un mangoneo en toda regla. La afinidad sobre el mérito. La lealtad sobre la capacidad. Favor con favor se paga. Con la menor transparencia posible. Con la tranquilidad de que todos los posibles denunciantes del gremio político tienen algo o mucho que callar. La oficina de colocación, por turnos. La familia de sangre y la familia mafiosa de carné o afinidad confesa. ¿De verdad que el o la titular de una consejería necesita de una secretaría de gabinete y de una o dos personas auxiliares contratadas fuera del colectivo funcionarial? ¿Nadie de ese cuerpo dentro del departamento está cualificado y merece confianza? ¿Quien asesora a una secretaria general de formación política no le puede seguir asesorando desde el partido, como hacía, cuando asume la presidencia del Gobierno? ¿No son los partidos el soporte militante y técnico de sus electos? Asistentes. Asesores. Toda una cuadra de delfines con aspiraciones y de veteranos descolgados. La Administración Pública es una empresa nada ejemplar, con insultante porcentaje de temporalidad laboral y amplio margen de discrecionalidad en nombramientos. Las instituciones políticas están trufadas de ayudantías diversas. Los políticos y sus nominados a nómina.