Lo confieso: olvidé pagar mi zona azul. Bueno, en realidad no; que sí pagué…, pero el coche equivocado. Pagué el ticket al coche de mi padre (con la app) y el mío se quedó desnudo, pobre. ¿Consecuencia? Un eficiente trabajador de la zona azul avisó a la grúa y vino a rescatar la plaza de aparcamiento.
Mi coche no molestaba, no bloqueaba nada, no estaba en una plaza reservada. Pero claro, había que montar el circo: grúa, multa, depósito… Y todo por un despiste. Uno ya no sabe si el objetivo es ordenar el tráfico o sacarnos los duros.
Si de verdad se tratara de educar al ciudadano, bastaría con una sanción normalita. Pero no: aquí la estrategia es apretar bien fuerte, no vaya a ser que alguien piense que el aparcamiento regulado es un servicio público y no una máquina tragaperras.