El fin de la vida social ha llegado. El cierre perimetral de Navarra, así como de la hostelería y la restauración, y la recomendación de que las reuniones en el ámbito privado se ciñan al núcleo convivencial no buscan sino frenar la avalancha de contagios en una comunidad en la que el 87% de los 400 brotes activos es familiar y social. Ante cifras tan inasumibles, la viróloga e inmunóloga Margarita del Val señalaba que "ojalá que lo peor que nos pase en la vida sea no poder quedar con los amigos" y los tarados de siempre saltaron en las redes sociales para tildarla de mente andrajosa, abandonada de su familia y estupideces por el estilo.

Está claro que todos, unos más que otros, necesitamos relacionarnos con nuestra gente casi tanto como comer. Nos aterroriza pensar en más semanas aislados, con un ocio constreñido a los paseos y poco más; lejos de charlas, cenas y potes compartidos, excursiones, encuentros y, aunque no nos quede otra, nada expresa mejor la suerte que vamos a correr que imaginar la pena de un buen numero de navarros ayer tarde, lejos de El Sadar, del bar o de la sociedad en la que el fútbol se siente entre iguales y sin poder siquiera recibir a los colegas frente a un televisor. Cada uno en su casa, en una triste celebración del centenario de Osasuna.