Era ya bastante tarde, casi las 18.45 horas del 13 de agosto de 1995, pero el sol aún daba en la cima del K2 y el cielo era espléndido visto desde los 8.611 metros de altura. El ascenso había sido muy duro, pero las seis personas que se encontraban en la cumbre confiaban en bajar sin problema hasta el campo 4, a unos 7.600 metros, por debajo del llamado Cuello de Botella. 5 hombres -tres aragoneses, un estadounidense, un neozelandés- y 1 mujer, la británica Alison Hargreaves, que tres meses antes se había convertido en la primera mujer en la historia en subir el Everest sin oxígeno artificial, ni sherpas y en solitario. Ninguno de ellos llegó jamás al campo 4. Sus cuerpos jamás han sido recuperados. Una violenta tormenta completamente inesperada se desató un par de horas después de que coronaran la cima, con vientos por encima de los 100 kilómetros por hora más arriba de la cota de los 8.000 metros, y se cree que fueron literalmente arrancados de la montaña por el viento, lanzados a la muerte como plumas. Unos días después, dos aragoneses que habían sobrevivido sin hacer cima, Garcés y Ortas, aseguraron haber visto el anorak de Hargreaves cerca del campo 3, así como un cuerpo que podría ser el suyo, pero muy lejos de su alcance y energía, exhaustos tras pelear contra la tormenta y salvar su vida de milagro. Se le conoce como el desastre del K2 1995. Unos meses más tarde, el marido de Hargreaves, Jim, y sus dos hijos pequeños, Tom y Kate, efectuaron, controlados en todo momento por médicos, el trekking hasta el campo base del K2. Su esposo y el hijo mayor -la pequeña Kate tenía apenas 4 años- querían ver el lugar en el que reposaba para siempre su esposa y madre. Ese niño tenía entonces 7 años. Hoy tiene 30 y se encuentra desaparecido en el espolón Mummery del Nanga Parbat, junto con el italiano Daniele Nardi. Las opciones de encontrarlos vivos son casi nulas.