Bien, ayer Pamplona y Navarra volvieron a protagonizar otra demostración del compromiso de un gran número de personas la mayoría mujeres, pero también hombres, puesto que es tarea de todos por ir construyendo una sociedad en la que cada día se discrimine menos a nadie por ser mujer. Ni en la escuela, ni en cada casa, ni en el acceso al trabajo, ni en su desarrollo, ni en el ocio, ni en ninguna parte. A través de la educación en cada familia, en cada colegio sí, la escuela es un sitio básico en el que esto se tiene que enseñar y mostrar y en todos y cada uno de los ámbitos. Soy de los que cree que esta clase de compromisos está muy bien compartirlos en público, pero respeto profundamente a las personas hombres y mujeres que ayer no hicieron nada especial salvo seguir con sus principios diarios, con la premisa aquella que tenía Vázquez Montalbán de La verdad está en los días laborables. Por supuesto, hacer visible todo esto es necesario y de celebrar y agradecer, pero de la misma manera se observan con asombro ciertos postureos de quienes en su quehacer diario tienen de feministas cero o al contrario. Pero esto no es nuevo y es parte del precio a pagar: en todas las luchas justas se suben a los carros unos cuantos y unas cuantas indeseables o hipócritas. No pasa nada, el resultado global y lo que se va sembrando es lo que cuenta. Pero es una carrera permanente, que además arranca cada día, así que bien por ayer pero a seguir. En contra o cuando menos no a favor de ese empeño al parecer tan común, me sigue viniendo a la mente que los impuestos públicos siguen subvencionando a quienes llevan a sus hijos e hijas a colegios en los que se separa por sexos y en los que a las niñas solo les pueden dar clase mujeres y a los niños, hombres. Hay muchas malas prácticas a erradicar. Esta es una de ellas, demasiado tiempo ya en liza. Hora es de acabar con estas historias.