Si hay un accidente cerca nuestra normalmente nos enteraremos bastante rápido, quizá no pasen ni 15 minutos. Ya saben eso de que las malas noticias las lleva el diablo. Si es un terremoto o una catástrofe natural, tal vez incluso menos, aunque no nos haya tocado en primera persona. Los aviones comerciales recorren Navarra de sur a norte, los 160 kilómetros que separan Cortes de las Ventas de Ibardin, en menos de 11 minutos. Si es un avión supersónico que supera 5 veces la velocidad del sonido, 2 minutos. Todo esto es de una lentitud exasperante en comparación con el precio del café. Si un hostelero de Cortes pone un café solo a las 8 de la mañana a 1,25 euros, subiendo 5 céntimos de euro por primera vez en años, la onda expansiva se extiende a tal velocidad que recorre la geografía foral a una constante cercana a la velocidad de la luz y para las 8 de la mañana y 3 segundos el café ya vale también 1,25 en las cafeterías de Zugarramurdi. Es una característica innata con la que nacen los que se dedican a la hostelería, ni siquiera creo que se avisen unos a otros o se enteren, lo huelen: a 1,25, hay que ponerlo a 1,25. Bueno, pues ya está aquí el 1,25, no sabremos si tardará mucho en convertirse en 1,30, de manera oficial u extraoficial -el clásico no me devuelvas los 5 céntimos, total?- o si va a durar unos años como el amigo 1,20, que hasta cariño le había cogido. Ahora son días en los que camareros y camareras andan a cada instante avisando de es 1,25 a quienes ya hemos dejado el 1,20 en el mostrador. Todos los trabajos tienen su dureza. Lo que nunca me he explicado es por qué cobran el solo lo mismo que un café con leche, puesto que a efectos de materias primas es como comparar un frito de huevo con un plato combinado. Pues nada, lo mismo. En Portugal el con leche te lo cobran a 1,10 o 1,20 pero el solo a 0,70-0,80. Aquí todo igual. Qué sabrán los portugueses.