ebido a circunstancias típicas en la infancia y ya felizmente superadas, el enano desde mediados de noviembre se ha chupado seis semanas de baja en casa, a las que hay que sumar las dos y pico de Navidades más la de Carnaval, así que como padre autónomo que teletrabaja tengo convalidado hasta 5º de Cuarentena, como su madre, claro. Esto que nos toca ahora es el Proyecto de Fin de Carrera y algo me dice que las dos semanas de cierre educativo que ayer decretó el Gobierno de Navarra se van a convertir en 4 y que, con suerte -porque indicará que lo peor o casi todo ya ha pasado-, la chavalería estará de vuelta el 20 de abril. Bueno, lo tomo con alegría, estoy a años luz de aquellos que sí que de verdad van a sufrir y no esta pequeña molestia o más bien paréntesis: los que vean enfermar a sus mayores, los que tengan familiares y amigos pachuchos y estén asustados de verdad, los propios mayores, los que pierdan dinero y mucho en sus trabajos o ahorros, los que pierdan trabajos, la fantástica masa de profesionales sanitarios acogotados de stress -gracias, con todo el corazón- y muchos colectivos más que van a sufrir de verdad esta crisis, sanitaria, económica, social, etc. Y también esos padres y madres que, por desgracia, van a tener que pasar malos ratos para dejar a hijos con familiares o con otras personas o que no van a tener facilidades en sus trabajos para estar con ellos o no al menos toda la que sería necesaria y exigible. Porque me gustaría ser optimista, creer que vamos a bajar todos varias marchas y que eso va a incluir a las empresas, pequeñas, medianas y grandes, pero no lo sé, tengo serias dudas de que la economía esté al servicio de las personas por una vez y no las personas al servicio de la economía como siempre. Sé que una a una y uno a uno en general lo vamos a hacer bien. Me encantaría creer que esa suma puede más que nuestra parte negativa.