ntentemos usar la lógica. La lógica nos dice que, si una enfermedad se contagia en un máximo de unos 14 días y que en ese plazo de 14 días también es detectable por un test, si nos metemos la inmensa mayoría de la población en casa lejos a priori de esa enfermedad quienes se contagien durante esos 14 días de encierro tienen que ser por fuerza muchísimo menos que antes del encierro. ¿No? Contagio habrá seguido habiendo porque ha seguido habiendo actividad -mucha innecesaria-, pero, sobre el papel, en %, muchos menos casos que antes del encierro. El encierro comenzó el 14. Con lo que, en teoría, la gran cifra de contagios reales -con o sin test- tiene que caer entre el 28 y el 31, más o menos. Eso parece decir la lógica, que estamos ante una semana en la que si cada día se siguen haciendo test sean bastantes los positivos y, si se hiciesen de golpe a toda la población -inviable por capacidad de los laboratorios para analizar-, quizá fuesen 5.000 o 6.000 casos o más. Hay estudios por ahí, cálculos matemáticos y tal, que hablan de un 1% de la población más o menos infectada. No sé, nadie sabe ahora mismo qué volumen real de personas portan o portamos esto. Pero dicen que no es mucha. Es más, posiblemente el 97-98-99% de la población no lo lleva. No entremos en pánico, entonces. Sigamos con las medidas, en casa quien pueda, protegiéndonos, para sobre todo proteger a los mayores, pero en general a todos. Esta semana, por sentido común, vamos a oír crecer las cifras: casos, hospitalizados, UCI, fallecidos. A cada coma que pasa, de una molestia a una tragedia. Esto va a subir. Hay que aguantar el tirón, que puede durar entre 7 y 15 días, puesto que la enfermedad a veces tarda en decir su última palabra. Uno de los últimos versos que escribió Pete Seeger fue este: Afuera llueve, afuera hay niebla, afuera hay viento, pero no importa porque estamos juntos frente al fuego.