eo las restricciones que se ha sacado de la punta del ciruelo la Liga de Fútbol Profesional para los periodistas que van a cubrir los partidos de 1ª y 2ª y me asombra que no haya habido por parte de casi nadie salvo los propios medios una respuesta sensata a semejante aberración: un total de 30 periodistas podrán entrar en cada campo, 4 de ellos cámaras de televisiones sin derechos (supongo que las televisiones con derechos tendrán más para hacer frente a la retransmisiones), luego 6 miembros de las radios, 14 fotógrafos y 6 periodistas de medios escritos. Los protocolos de seguridad -acceso, desinfección, etc-, propios de cirujanos vasculares que fuesen a operar ahí mismo. 30 personas de los medios en mitad de estadios con miles de metros cuadrados de espacio, de gradas vacías y de una seguridad que está muy bien pero que se excede y, por supuesto, choca por completo con lo que está sucediendo en el campo: 22 personas siguiéndose y chocándose durante 90 minutos y echándose encima el aliento. Como periodista, pero también como aficionado, me resulta inadmisible que se trate así a quienes durante casi 100 años han convertido a este evento en lo más seguido, un evento que, como tal, el 95% de los días es un tostón bíblico, puesto que la propia dinámica del juego es esa: escaso movimiento del marcador, posibilidad de ver partidos enteros sin apenas ocasiones de gol y, como todos sabemos, muchos minutos de auténtico tedio. Pese a ello -o precisamente gracias a ello-, un giro, una acción, cinco minutos locos, una grada desatada y su conexión normalmente con toda una ciudad o comunidad durante décadas hacen del fútbol lo más seguido y esperado. Los periodistas, los que se pasan millones de horas en los entrenamientos, tratados como auténticos asesinos en serie. 30 para todo un estadio. Podrían guardar distancias de 15 metros entre cada uno. Indecente.