ablo Hasel está en la cárcel por una serie de delitos que están tipificados en el Código Penal como susceptibles de merecer condenas de cárcel. Los delitos por los que entró en la cárcel el otro día no son por agresiones o abusos, sino por injurias, enaltecimiento del terrorismo, odio y en general barbaridades bastante impresentables. Las condenas posteriores por agresiones que se le han confirmado son independientes de su entrada en la cárcel. Hasel es, a mi modesto entender, un dos neuronas con puertas al campo, el clásico y bastante extendido que se da en la sociedad y que toca. Por supuesto, la libertad de expresión es un asunto muy serio, pero es obvio que tiene que tener unos límites y estos deben buscarse precisamente en los lugares en los que esos límites chocan con cuestiones básicas de la vida: la propia vida, los abusos, las amenazas, esta clase de cuestiones. No discuto que un sujeto que se dedica a escribir que le metía un coche bomba a tal o cual o barbaridades de ese calibre no merezca algo más que una colleja de su papá, lo que se discute -al menos yo- es si no es una aberración legal meter en la cárcel a alguien, por muy despreciable que sean sus palabras, dichas en el formato que sean. Ése y no otro es el debate. No es Hasel. El asunto es si la sociedad tiene que apartar en una cárcel a las personas que cruzan los límites de lo tolerable en el uso de su libertad de expresión. Yo pienso que jamás, en ningún caso, se debería haber permitido una legislación que así lo contemple. La derecha y los habituales amigos de que todo sea punible al máximo y de su ley y su orden y las hostias a mansalva están encantados viendo cómo las protestas derivan en ocasiones en destrozos callejeros sin defensa alguna, mientras callan como puertas ante las barbaridades uniformadas, como siempre. Es todo de un viejo que apesta. Hay que cambiar esa mierda de ley pronto.