n año se cumple hoy desde que se decretara el estado de alarma y un día 15 de marzo de 2020 comenzara el confinamiento general y yo aquí aún sin una triste PCR que echarme a la nariz. Ni PCR ni antígenos ni anticuerpos ni hostias. Siempre me quedo fuera de todas las fiestas, la verdad. Bueno, desde el punto de vista de un supersticioso se dice que estas cosas es mejor no escribirlas, cierto, porque basta que lo hagas para que mañana te tengan que hacer la primera o vete a saber si no te hacen la primera ya pero post mortem. En todo caso, imagino que esto nos pasa a millones más, que vemos las cifras de PCR y pruebas desbocadas -33 millones de pruebas- y nosotros aquí con el contador a cero, que es un poco como cuando se leen esas estadísticas de Cada español hace el amor -qué manía con no poner follar- 138 veces al año y piensas Hay por ahí alguno con 276 polvos. Pues con las PCR, lo mismo. Y que dure, claro, ninguna gana de probarlas, me basta con seguir creyendo que cuando pasen los años lo que más recordaré de todo esto es esta sensación que no se me quita de que llevo un año sin parar de sacar el lavavajillas. Y eso que en casa somos solo 3. No quiero ni pensar los que son muchos más, qué angustia. Un año. Su puta madre qué año más largo, es increíble lo que se esponja y mengua el tiempo según lo vivas alegre o no, frenado o no, preocupado o no. Por mucho que quieras, por muy salsero que quieras estar cada día, esto nos ha pasado factura a todos. Y nos va a seguir pasando, mucho más allá de las anécdotas tontas de si te han pasado por la PCR o no. Mucha muerte, mucha angustia, mucha enfermedad, mucho trabajo perdido, mucho dolor, muchas personas a las que no pudiste cuidar como hubieras querido por miedo a hacerlas enfermar, muchos recuerdos que se han clavado en el corazón y jamás saldrán, mucha casa y mucha restricción. Un año de mierda sin paliativos.