engo un amigo que usa un ejemplo muy gráfico para explicar la importancia de las listas cerradas y el evidente hecho de que se vota a los partidos y no a las personas que luego se convierten en parlamentarios o diputados: el PNV de Hondarribi pone de cabeza de lista a Torrente o a una anchoa del Cantábrico y sigue sacando mayoría absoluta. Esto es, en un sistema de listas cerradas, en el cual todo el mundo mete codos dentro de su partido para ir en ellas y asume cuan cordero las directrices de sus superiores, queda luego dantesco apelar como apelan todos -Sayas y Adanero también, por supuesto- a su conciencia y a su ética y a todo esto para seguir en el escaño cuando incumples las directrices de quienes te pusieron ahí y por hacerlo te piden el acta de diputado. Pues nada, todos y todas sin excepción creen estar ungidos por una especie de barniz superior que les faculta para seguir ocupando el lugar que ocupan y que solo ocupan en virtud de formar parte de una estructura en la que decenas e incluso cientos de personas meten horas y años sin aspirar a nada a cambio. UPN ha pedido a Sayas y Adanero, personas con mucho recorrido, bagaje y peso en UPN, que entreguen sus actas y éstos -por ahora- se niegan a devolverlas, con lo cual estamos otra vez ante ese espectáculo grotesco de ocasiones anteriores. Yo veo lógico que si en una votación no quieres seguir la línea que te marcan votes en conciencia. Pero en conciencia luego también, coges la puerta, das las gracias, te despides y punto, así funciona el asunto, así llegaste hasta Madrid y así tendrías que dejar de estar. Eso sería una acción ejemplar, al menos desde el punto de vista de la ética personal, al margen de que el voto haya ido en un sentido o en otro. No lo solemos ver, ni en derechas ni en izquierdas. A mí eso me da vergüenza. Luego con llamarles tránsfugas o sector crítico basta. No, coño, son unos jetas.