i a lo largo de mi vida se me hubiese dado la oportunidad de conocer las ideas políticas, afinidades, amistades, manías, incluso vicios y por qué no errores de todas y cada una de las personas a las que he admirado, ya fuera en mi vida personal o a través de las pantallas, posiblemente no hubiese podido sobrevivir. Para mi, el hecho de tener personas ya sean cercanas o lejanas que te producen ilusión, esperanza, entretenimiento, satisfacción, es tan necesario como respirar. Si a eso le hubiese cruzado sus posicionamientos y en general su vida privada quién me dice a mi que igual la mitad o más de ellos y ellas quizá me hubiesen empezado a caer mal, sino fatal. Por suerte, crecí en una época en la que no había la información que hay ahora y también en una época en la que es posible que toda la sociedad fuese mas ingenua, ya que si hubiese crecido hoy en día igual me afeaban ser seguidor de Nadal porque total el tipo es un españolazo o cena con el Rey emérito o tiene una sicav o yo qué sé. Ahora, a lo que se ve, para admirar a alguien tiene que ser un alguien que sea exactamente igual que uno mismo y por supuesto recto, intachable, republicano, comunero o vete a saber. O todo lo contrario, el caso es que sea igual que lo que uno cree ser -que es distinto de serlo de verdad- y por tanto digno de admiración y aplauso. Yo conozco formatos de personas que posiblemente, dadas sus altísimas exigencias hacia para con los demás, no admiren más allá de sí mismos a uno o dos parientes lejanos. Y esto vale para Nadal y para todos los demás, para todo personaje público con un talento concreto y maravilloso, que nos hace la vida más agradable gracias a ese talento. No sé, me parece una pena que te afecte el virus de querer racionalizarlo todo al extremo de no poder disfrutar de las maravillas que ofrecen algunas personas solo por cuestiones ajenas a su actividad.