s imposible que haya una sola persona en Pamplona que esté en contra de que un ser humano simpático y luchador que a sus poco más de 50 años está afrontando una enfermedad progresiva y mortal con un ánimo admirable haya sido el elegido para dar comienzo a las fiestas de la ciudad si finalmente las hay. Nadie es capaz de sentir un solo gramo de molestia porque Juan Carlos Unzué haya sido designado por el alcalde Maya para ello. De hecho, la inmensa mayoría celebramos que así sea. Pero, de la misma manera, hay que plasmar que celebraríamos igual que lo lanzara cualquier persona que pase por similar situación o cualquier pamplonés o pamplonesa que lleve mil años trabajando calladamente por la ciudad o por las fiestas o cualquiera que sea propuesto por una variada gama de personas o grupos. Y, de la misma manera, hay que plasmar que yo al menos considero que el alcalde ha hecho trampa con este asunto, puesto que esto de consenso tiene bien poco, en la medida en la que simplemente ha presentado un nombre y el resto ha dicho amén, porque a ver quién es el guapo que se pone de medio lado ante una persona como Unzué: te tildan de loco o directamente de mala persona. Y la trampa es que eso no es consenso, ya que consensuar es proponer de partida entre varios o analizar varios y dejar que otros y otras tengan también la capacidad de sacar nombres a la palestra y aprobar entre la mayoría y que el proceso sea igualitario desde el inicio y no una idea del alcalde aprovechando el tirón de una persona concreta un año concreto y a pasar por el aro todo aquel que no quiera quedar de mal bicho. Esto ha sido la clásica jugada pilla de un alcalde y su equipo, pero no resuelve el problema de fondo, que no es otro que establecer el sistema más democrático, estable y participativo posible para encontrar cada año a una persona que disfrute de ese enorme privilegio que tiene esta ciudad.