roduce sonrojo tener que oír o leer boutades como la de Borrell en relación a que los consumidores bajemos un poco la calefacción para castigar a Rusia. Leí hace poco una entrevista a Borrell al hilo de la invasión de Ucrania y la verdad es que me gustó, todo lo que allí decía tenía un por qué y se veía que, estando más o menos de acuerdo en puntos concretos, había una cabeza detrás pensando y con experiencia. Pero luego de repente te sueltan una de estas y tiran por la borda no ya solo su imagen, que a fin de cuentas es cosa suya, sino la poca confianza que tenemos en quienes nos gestionan asuntos tan vitales y ya dramáticos como nuestro propio futuro. Es complicado animarse ante el panorama existente viniendo de donde venimos, de una pandemia que nos ha dejado tocados de ánimo y con poca o nula confianza en la política, y viendo lo que hay que afrontar, que aún no sabemos qué va a ser ni de qué calado y duración. Llevamos apenas dos semanas de conflicto abierto y parece ya un año, con las economías mundiales tiritando y amenazas de toda clase y condición en forma de inflación, paro, desabastecimiento y colapso en algunos sectores. Unas perspectivas que cuanto más se prolongue la lucha más, en principio, negras serán, mientras Europa se va desangrando y otros actores más lejanos como Estados Unidos contemplan la jugada con relativa placidez. Y que entonces un altísimo cargo de la Unión Europea te venga con una chiquillada así no hace sino alucinarte y por supuesto desanimarte aún más, cuando por otra parte el porcentaje que supone el consumo de los hogares en la factura europea del gas es apenas del 10% sobre el total, con lo cual una mínima acción ciudadana va a tener un resultado, pues eso, mínimo. Necesitamos ver personas de las que fiarnos en estos instantes cruciales y, la verdad, cuesta saber a dónde mirar para encontrarlos.