brí el buzón y me encontré una carta extraña. Envejecida, como si hubiera estado secuestrada largo tiempo. Estaba fechada el 13 de mayo de 1937. La abrí inquieto. Como quien mira desde el fondo de un acantilado inaccesible. La firmaban Santiago Abascal, Ortega Smith y Espinosa de los Monteros. Me sonaban. El encabezado decía: Estimado Paco: “La gran victoria final es nuestra meta y a ella vamos sin menospreciar la generosa sangre derramada. Ganamos día a día la guerra, con paso firme, como ganamos y ganaremos la paz para España, ¡Arriba España¡” La carta me invitaba a asistir a un acto patriótico que se celebraría en Burgos el 17 de julio de 1937 con la presencia de un general llamado Franco. Sentí la cabeza llena de niebla, como cuando te quedas sin gravedad. Encendí la tele para ver si vivía en mí o la pandemia me había desorientado. Ponían la moción de censura de un tal Abascal -que deduje era el mismo que firmaba la carta recibida- contra el actual presidente Sánchez. Quienes aullaban desde los escaños también me sonaban. Como los muertos abandonados. Quien hablaba era Millán Astray. A su lado estaban Emilio Mola, Franco y Sanjurjo. Y también Pilar Primo de Rivera que se abanicaba. En la tribuna de oradores Millán Astray berreaba: “Señorías, el gobierno de Pedro Sánchez es el peor gobierno de los últimos 80 años, son ustedes el peor gobierno de la democracia, aún más, no son un gobierno, son un frente popular en alianza con comunistas y separatistas, una mafia”. Mientras hablaba, Franco y Mola cabeceaban como los bueyes y Pilar Primo de Rivera se quitaba la mascarilla para gritar ¡Viva el Rey¡ . Me restregué los ojos para comprobar que no estaba viendo Cuarto Milenio. No. Seguían allí, como un souvenir en el valle de los muertos. Apagué la tele. En ese momento me llamó Rodrigo Fresán y me dijo: “Tal vez los fantasmas se alimenten del miedo de los vivos” .